Primeramente debemos aclarar que la
disciplina es una expresión de amor verdadero. Todos sabemos que Dios es
amor, pero la Biblia también nos dice: “no menosprecies la
disciplina del Señor. Porque el Señor al que ama, disciplina”. (Heb.12:5-6)
El verdadero amor, como dice en
1Cor.13:4-6, “no busca lo suyo, se goza en la verdad”. Y como sabemos
que el Señor dijo que “su Palabra es verdad”, necesariamente debemos
acudir a las Sagradas Escrituras para buscar la respuesta, como ante
toda interrogante que se presente al creyente que desea agradar y
obedecer al Señor antes que a los hombres.
La disciplina que menciona la Biblia y que debe aplicarse en la iglesia, debe tener siempre un objetivo principal, restaurar
al que se ha desviado de la senda dispuesta por el Señor y buscar que
se reconcilie con Dios. Expulsar de la iglesia a un creyente, es algo
que debería ser siempre el último recurso no deseado.
La disciplina si no va acompañada de un profundo amor, de la fragancia balsámica, suavidad, gracia y sabiduría del Espíritu Santo, y basada absolutamente en la Palabra de Dios, no será disciplina.
Muchas injusticias y acciones que llevan el inconfundible olor de la carnalidad en estado de descomposición, se han realizado en organizaciones de hombres amparadas bajo la apariencia de supuestas “disciplinas”, pero que no son más que hipocresía de intereses personales, apreciaciones de hombres, abusos de poder y otros ingredientes mezquinos, que no guardan ninguna relación con la disciplina de la cual nos habla la Palabra de Dios.
La iglesia es la casa de Dios y Él ha dejado instrucciones muy precisas “para que sepamos cómo debemos conducirnos allí” (1Tm.3:15). Solamente el Señor puede disponer cómo han de hacerse las cosas en Su casa. Y para eso ha sido muy explícito en su Palabra, para que nadie tenga que aplicar su propio criterio humano, el cual obviamente no tendría la gracia ni sabiduría como el que Dios ha dispuesto.
Estoy conciente que todos conocemos los pasajes donde Dios dice: (Mt.9:13) “Misericordia quiero” y (Juan 8:7) “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra”. Así que me concentraré específicamente en los pasajes puntuales donde se refiere directamente a la disciplina dentro de la iglesia, pero sin olvidarnos de estos dos pasajes que serán siempre la base de lo que analizaremos a continuación.
En la primera referencia directa a su iglesia, que se encuentra en Mateo 18, el Señor deja las instrucciones precisas respecto a la disciplina que debe aplicarse dentro de Su casa.
En Mt.18:20 tenemos el famoso texto que todo cristiano sabe de memoria: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Esta es la expresión más simple de lo que debe ser una iglesia local. Dos o tres creyentes, pero con el Señor en medio de ellos; no como lo encontramos en la última iglesia de Laodicea en Ap.3:20 donde se encuentra afuera, llamando a la puerta para que lo dejen entrar.
Pero precisamente en este pasaje de Mt.18:20 donde está especificando lo que será una iglesia local, los cinco versículos anteriores los ocupa para señalar los pasos que deben darse para aplicar su disciplina en ese lugar.
Una simple lectura del pasaje nos bastará para entender que deben darse tres pasos y en el orden señalado por Él, para que la disciplina sea conforme a la voluntad del Señor, antes de llegar a la expulsión.
Primero Mt.18:15 “si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos, y si te oyere, has ganado a tu hermano”. Se aprecia claramente que el objetivo es “ganar al hermano”. Naturalmente se está refiriendo a un caso entre dos hermanos, pero cuando es algo que compete a toda la iglesia, no cualquier hermano debe encargarse de esa delicada labor, sino que solamente los que están calificados por el Espíritu Santo. Gal.6:1 “Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”.
Segundo Mt:18:16 “si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra”. Cuando la conversación privada ha fracasado, se debe intentar probar con la compañía de uno o dos hermanos.
Tercero Mt:18:17 “Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia”. Cuando han fracasado los dos pasos anteriores, será necesario comunicar a la iglesia sobre este problema. Pero se aprecia claramente que esto debe hacerse ANTES de expulsar al hermano, para que toda la iglesia tenga la oportunidad de orar por ese tema específico.
Lamentablemente vemos en el día de hoy, que aquellos que se han instalado como reycillos en la casa de Dios, solamente se limitan a comunicar (y cuando lo hacen) de la decisión que ellos tomaron de expulsar a un hermano de la comunión. Esto es lo que también reitera Pablo cuando está dando las instrucciones “para que sepamos cómo debemos conducirnos en la casa de Dios”. Dice en 1Tm.5:20 “A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman”.
Cuando un hermano ha sido exhortado privadamente, luego en la compañía de uno o dos, y posteriormente se ha comunicado esta situación a la iglesia, y si persiste en su pecado, se recomienda hacer una reprensión pública delante de toda la iglesia, para finalmente, después de haber agotado todas esas instancias que ordena la Palabra de Dios, si no ha habido un cambio de actitud, se llegará al último recurso de poner fuera de la comunión aquel que persiste en pecar.
La iglesia que no cumpla con todos estos pasos establecidos por el Señor, ha caído en grave desobediencia contra Dios, porque es algo muy serio y delicado juzgar a uno por el cual Cristo también derramó su sangre preciosa y Él ya ha pagado por todos sus pecados (Col.2:13). En un caso así, no se puede decir que el Señor es quien manda allí ni que Él es el centro de ese lugar, porque ha sido usurpado por los hombres que arbitrariamente han hecho las cosas de otra manera y no como el Señor ordena en Su Palabra.
También es necesario recordar que la Palabra de Dios señala los casos por los cuales debe separarse de la comunión al que persiste en pecar, no es por cualquier motivo que a nosotros nos parezca indebido. Esto lo puede hallar en 1Cor.5:11-13, 6:9-10. También incluye aquellos que no andan según las enseñanzas de la Palabra de Dios, 2Ts.3:6-15, 1Tm.1:10-20, Tito 1:10-11.
El propósito de la disciplina tiene como objetivo restaurar al hermano que persiste en pecar, y de guardar la santidad en la casa de Dios. La iglesia que haga todo esto conforme a la voluntad del Señor, gozará de la misma bendición que trajo Moisés en su celo por cumplir todo lo que Dios le había ordenado al levantar el tabernáculo: Ex.40:16 y 34 “Y Moisés hizo conforme a todo lo que Jehová le mandó; así lo hizo. Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el lugar”.
La disciplina si no va acompañada de un profundo amor, de la fragancia balsámica, suavidad, gracia y sabiduría del Espíritu Santo, y basada absolutamente en la Palabra de Dios, no será disciplina.
Muchas injusticias y acciones que llevan el inconfundible olor de la carnalidad en estado de descomposición, se han realizado en organizaciones de hombres amparadas bajo la apariencia de supuestas “disciplinas”, pero que no son más que hipocresía de intereses personales, apreciaciones de hombres, abusos de poder y otros ingredientes mezquinos, que no guardan ninguna relación con la disciplina de la cual nos habla la Palabra de Dios.
La iglesia es la casa de Dios y Él ha dejado instrucciones muy precisas “para que sepamos cómo debemos conducirnos allí” (1Tm.3:15). Solamente el Señor puede disponer cómo han de hacerse las cosas en Su casa. Y para eso ha sido muy explícito en su Palabra, para que nadie tenga que aplicar su propio criterio humano, el cual obviamente no tendría la gracia ni sabiduría como el que Dios ha dispuesto.
Estoy conciente que todos conocemos los pasajes donde Dios dice: (Mt.9:13) “Misericordia quiero” y (Juan 8:7) “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra”. Así que me concentraré específicamente en los pasajes puntuales donde se refiere directamente a la disciplina dentro de la iglesia, pero sin olvidarnos de estos dos pasajes que serán siempre la base de lo que analizaremos a continuación.
En la primera referencia directa a su iglesia, que se encuentra en Mateo 18, el Señor deja las instrucciones precisas respecto a la disciplina que debe aplicarse dentro de Su casa.
En Mt.18:20 tenemos el famoso texto que todo cristiano sabe de memoria: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Esta es la expresión más simple de lo que debe ser una iglesia local. Dos o tres creyentes, pero con el Señor en medio de ellos; no como lo encontramos en la última iglesia de Laodicea en Ap.3:20 donde se encuentra afuera, llamando a la puerta para que lo dejen entrar.
Pero precisamente en este pasaje de Mt.18:20 donde está especificando lo que será una iglesia local, los cinco versículos anteriores los ocupa para señalar los pasos que deben darse para aplicar su disciplina en ese lugar.
Una simple lectura del pasaje nos bastará para entender que deben darse tres pasos y en el orden señalado por Él, para que la disciplina sea conforme a la voluntad del Señor, antes de llegar a la expulsión.
Primero Mt.18:15 “si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos, y si te oyere, has ganado a tu hermano”. Se aprecia claramente que el objetivo es “ganar al hermano”. Naturalmente se está refiriendo a un caso entre dos hermanos, pero cuando es algo que compete a toda la iglesia, no cualquier hermano debe encargarse de esa delicada labor, sino que solamente los que están calificados por el Espíritu Santo. Gal.6:1 “Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”.
Segundo Mt:18:16 “si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra”. Cuando la conversación privada ha fracasado, se debe intentar probar con la compañía de uno o dos hermanos.
Tercero Mt:18:17 “Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia”. Cuando han fracasado los dos pasos anteriores, será necesario comunicar a la iglesia sobre este problema. Pero se aprecia claramente que esto debe hacerse ANTES de expulsar al hermano, para que toda la iglesia tenga la oportunidad de orar por ese tema específico.
Lamentablemente vemos en el día de hoy, que aquellos que se han instalado como reycillos en la casa de Dios, solamente se limitan a comunicar (y cuando lo hacen) de la decisión que ellos tomaron de expulsar a un hermano de la comunión. Esto es lo que también reitera Pablo cuando está dando las instrucciones “para que sepamos cómo debemos conducirnos en la casa de Dios”. Dice en 1Tm.5:20 “A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman”.
Cuando un hermano ha sido exhortado privadamente, luego en la compañía de uno o dos, y posteriormente se ha comunicado esta situación a la iglesia, y si persiste en su pecado, se recomienda hacer una reprensión pública delante de toda la iglesia, para finalmente, después de haber agotado todas esas instancias que ordena la Palabra de Dios, si no ha habido un cambio de actitud, se llegará al último recurso de poner fuera de la comunión aquel que persiste en pecar.
La iglesia que no cumpla con todos estos pasos establecidos por el Señor, ha caído en grave desobediencia contra Dios, porque es algo muy serio y delicado juzgar a uno por el cual Cristo también derramó su sangre preciosa y Él ya ha pagado por todos sus pecados (Col.2:13). En un caso así, no se puede decir que el Señor es quien manda allí ni que Él es el centro de ese lugar, porque ha sido usurpado por los hombres que arbitrariamente han hecho las cosas de otra manera y no como el Señor ordena en Su Palabra.
También es necesario recordar que la Palabra de Dios señala los casos por los cuales debe separarse de la comunión al que persiste en pecar, no es por cualquier motivo que a nosotros nos parezca indebido. Esto lo puede hallar en 1Cor.5:11-13, 6:9-10. También incluye aquellos que no andan según las enseñanzas de la Palabra de Dios, 2Ts.3:6-15, 1Tm.1:10-20, Tito 1:10-11.
El propósito de la disciplina tiene como objetivo restaurar al hermano que persiste en pecar, y de guardar la santidad en la casa de Dios. La iglesia que haga todo esto conforme a la voluntad del Señor, gozará de la misma bendición que trajo Moisés en su celo por cumplir todo lo que Dios le había ordenado al levantar el tabernáculo: Ex.40:16 y 34 “Y Moisés hizo conforme a todo lo que Jehová le mandó; así lo hizo. Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el lugar”.
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